martes, 9 de julio de 2013

“EL DESPERTAR DE LA SEÑORITA PRIM” de Natalia San Martín Fenollera

 Prudencia Prim acude en repuesta a un anuncio laboral para organizar una biblioteca, saturada del ritmo de vida actual, es seducida y se traslada a un pequeño pueblo del norte de Francia para presentar su candidatura.

    Al llegar descubre personas que se han rebelado contra la sociedad actual, sus prisas, sus imposiciones, sus dinámicas, la educación infantil reglada, el consumismo, las nuevas tecnologías… Es una sociedad que mantiene otro “tempo”, más tranquilo, que permite al ser humano disfrutar de la naturaleza, la lectura, la creatividad sin trabas, curriculums escolares, calificaciones.

    Merece la pena leer esta obra, nada complicada, ni en su estructura ni en su léxico, bastante lineal y que sin embargo te hace reflexionar sobre ideas que creemos acertadas sólo porque son aceptadas socialmente, como la imposición de un ritmo generalizado a diferentes individuos, sin tener en cuenta que cada alumno es diferente y que la inteligencia del hombre se compone de diferentes inteligencias como nos cuenta Howard Gardner.  En nuestros días, queramos o no, la educación es programación, programación de las personas en un saber, conocimiento y comportamiento conveniente. Hay poco espacio para la individualidad, mantenemos medianamente un orden social pero perdemos mucho en genialidad, en creatividad, en diversidad.

    La novela se revela como una sucesión de momentos deliciosos, al estilo de la novela inglesa, preñada de exquisitos pasteles, porcelanas, aromas de tés reposados sus diez minutos correspondientes, reuniones sociales, conversaciones filosóficas, muebles nobles y citas literarias de alto nivel, alimento para el alma.

    Sin embargo, tanta calma…. , tanta felicidad…, tanta cortesía…, la verdad es que mientras leía el libro iba sintiendo sensaciones encontradas, un miedo anticipatorio a que todos esas señoras tan bien intencionadas, tan seguras del bien y el mal, tan impositoras en su tolerancia, se revelasen como un cónclave de brujas, una secta satánica en busca de carne joven para aparearla con el macho cabrío que se esperaba “sentado en un sillón”, para que aumentase la prole de niños superdotados que reproducían obras de arte de memoria. Quizás son cosas mías, deformación profesional pero eso de que te acojan como si fueses de la familia desde el primer día, eso de que cortes tus hilos con tu vida habitual, eso de que te organicen tus relaciones y te digan lo que está bien o mal, maquiavélicamente oponiéndose a tus bases culturales y familiares, eso es comportamiento sectario y desde luego no es mejor que el que impone la globalización. Finalmente, el hombre, la mujer, no se sienten libres para pensar, decidir o comportarse.

    En otro orden de cosas, se sucede un debate entre "El Señor del Sillón” y la Sta. Prim en el que ella va perdiendo irremediablemente combates por culpa de su infantil intolerancia, por sus caprichosas reacciones, así se permite la autora representar a la sociedad en la que vivimos, no faltándole razones para ello. Sin embargo, la posición de este hombre es imperturbable, está tan seguro de que su verdad es la Verdad absoluta que el sillón me sugiere el trono de Dios, a veces da la impresión de que no es humano. Por otra parte la manera en que la instruye me ha hecho recordar “Los Mundos de Sofía”, —te imprimo una curiosidad y tú sólo desarrollas tus conocimientos, en la medida de tu ritmo–, pero no olvidemos que igualmente esa curiosidad está dirigida, aunque tienes las bondades de desarrollar la proactividad y respetar los “tempos” de cada persona.

    La fe es otro pilar de esta obra, la Sta. Prim es presentada como negligentemente atea y el Sr. Del Sillón, sentado en el Olimpo de la sabiduría, representa a la verdad absoluta sin argumentos, porque la fe no los tiene, mientras se produce el rasgo de intolerancia más aguda de la obra, si la protagonista no cree, no piensa como él, es inviable una relación amorosa entre ambos. —Esto no quiere decir que yo no crea, a ver, que me esfuerzo por hacerlo, porque me trae ventajas emocionales, pero eso de no aceptar el pensamiento ajeno….— Esto me hace recordar una anécdota de mi amigo Josémari Navascúes que apostató de la Iglesia Católica, sin embargo, cierto día llamaron a su puerta en el casco viejo de Bilbao unos Testigos de Geová , mientras le explicaban cómo sería el Paraíso, dijo desde sus dos enormes dos metros de vasco genéticamente perfecto —Sí vamos!!!, no creo en la Iglesia Católica Apostólica y Romana, ¡que es la verdadera!, y voy a creerme eso!!!!—

    Llegados a este punto me planteo si esta educación es adecuada para nuestra sociedad?, dónde quedan los estudios técnicos?, de verdad la sociedad en pleno puede dedicarse a tenderse sobre la hierba y leer a Platón o a Cicerón?, reunirse para comentarlos bucólicamente mientras tomamos té? Y sobre todo, quién ha plantado el té, cómo se ha transportado, cómo se ha distribuido, quién lo ha servido, qué fábrica ha creado la porcelana? Si la idea es buena, me gusta, pero yo, en esa organización social, me pido el puesto de propietaria de mansión con jardines, que no tenga que cuidar, no sé cómo se mantienen la mansión en el libro, porque estaré cultivándome intelectualmente y dirigiéndome a los demás con superioridad de ánimo, dado la profundidad de mis conocimientos en filosofía griega, romana y el dominio de los clásicos. Tomás Moro también escribió una “Utopía”, luego le pasó por encima la realidad del orondo Enrique VIII.

    Si tuviera que ponerle un pero a esta novela, sería el uso continuado del laísmo, el laísmo me resulta insufrible, el laísmo me resulta una absoluta catetada, desde luego rebaja la calidad de la obra varios peldaños y no es problema únicamente de la autora, sino de su corrector o correctora. Es tremendo que mientras en nuestro país se esté contínuamente ridiculizando el acento andaluz, los que se creen rozando la perfección del verbo de Cervantes, están reiteradamente dando patadas a nuestra querida lengua. Por favor, hombres y mujeres de letras, les hago un ruego, estúdiense el uso de los pronombres, que tienen sus reglas "leñe"!!!

    En fin que os recomiendo esta obra, deliciosa, alertante, plagada de menciones a Poe, Platón, Cicerón, a los clásicos en general, que homenajea a escritoras como Jane Austen o a la autora de "Mujercitas"  Louisa May Alcott, donde se argumenta a favor de tradiciones como “muro de contención de la degradación y la incultura”, sosteniendo argumentos y actitudes supuestamente idílicos pero despiadados e inamovibles, en mi opinión, tanto o más peligrosos que los que nos impone la sociedad actual, el hombre no es una isla y es tan difícil que se desarrolle sin influencias..., además que siendo un ser sociable, estas influencias son necesarias para su desarrollo, esto me hace suponer que la libertad, la libertad es otra utopía.


Ana E.Venegas

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