lunes, 5 de octubre de 2015

Roy Anglada: En su estudio de Marbella


    El pasado viernes visité el estudio de José Miguel Roy Anglada. Era la última oportunidad de ver algunas obras que el maestro madrileño afincado en Marbella  desde 1988 llevará a la galería Nando Agüelles de Sotogrande. Allí pude comprobar la belleza de sus obras abstractas y algunas particularidades personales de esas que siempre nos gustan saber de los artistas.

    El estudio de Roy está situado dentro de la finca donde también se encuentra la casa familiar, el entorno es espectacular, bien cuidado, ordenado al detalle, con esmero de decorador. El artista se ha construido un lugar de trabajo de considerables dimensiones que provoca la admiración por la altura de sus techos y la distribución tendente a lo funcional cuidando la estética más apolínea.

    En las paredes del recibidor y su despacho cuelgan obras de artistas amigos Rafael Canogar, Germán Borrachero, Luís Gordillo, Chirino, Aurelio Rodríguez, Paco Sanguino o Pedro Molina. Porque Roy Anglada además es coleccionista, piensa que el artista es el primero que debe consumir arte y no pierde la ocasión para cuanto menos hacer trueque con pintores contemporáneos. También hemos sido testigo de su carácter al exponer esta visión personal a otros artistas.

    En el salón principal, circundando una mesa de billar y algunas piezas mobiliarias de estilo, cuelgan creaciones abstractas, los esbozos de ese mundo espiritual en el que José Miguel está imbuido. Almas y Edenes, que el maestro va distinguiendo en su investigación de a dónde vamos, qué somos, qué hay aparte de este cuerpo. Roy tiene la capacidad de identificar y plasmar distintos tipos de almas, almas de ateos, de creyentes, almas que dudan y que luego tienen distintos tipos de Edenes. En esta búsqueda del ser humano el artista trasciende lo corpóreo, obvia lo físico para centrarse en la sencillez de líneas y formas que van del blanco al negro y a veces están aderezadas con minimalistas muestras de color.

    Junto a estas pinturas realizadas con acrílicos, pigmentos y aerógrafos, encontramos un armario de madera sólida que reúne la colección de rock más ordenada que haya visto a artista alguno. Roy es un melómano y disfruta de la locura de Red Hot Chili Peppers a gran volumen mientras se desenvuelve en grandes formatos de 1.90X1.90 o en A4 donde retrata compulsivamente almas y más almas.

    Roy nos presenta las cajas de artista que llevará a la exposición de Sotogrande, algunas de Almas en A4, almas con azules, las extiende sobre la mesa de Billar. Pero descubrimos que también distingue entre las almas en blanco y negro y las que tienen alguna pincelada amarilla. Ya puestos nos enseña sus cajas de fotografía, obras que no son muy precisas en su ejecución pero que tienen hasta cuatro capas de tratamiento, reducciones de signos innecesarios para el concepto que pretende entregarnos el artista.

    Ya en el taller de trabajo encontramos numerosas obras bien organizadas en un lateral, y en el de enfrente, una gran mesa plena de todo tipo de materiales que José Miguel confiesa le dan vida. Porque si no pudiera investigar con ellos perdería la motivación para continuar trabajando. De manera que aparte del aerógrafo, los pigmentos, las espátulas, las manos, también domina el grabado y por supuesto el dibujo como buen alumno de la Real Academia de las Bellas Artes de San Fernando.

    Nos llama la atención la colección de máscaras, muchas de ellas compradas en sus viajes exóticos de donde extrae alimento, esta vez, para su alma de artista. Pero también nos confiesa que algunas son creación propia, —no distinguimos las muestras antropológicas de las creaciones de Roy.



    La obra de José Miguel Roy Anglada es abstracta, de pocos colores aunque con muchos matices y plena de experimentos. El minimalismo, el esbozo es una declaración de intenciones de ir al grano para buscar la reflexión y el diálogo, en ese afán por conocer al hombre, lo que es hoy y lo que será cuando ya no sea. Pero la obra de Roy es también muy bella.

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