miércoles, 27 de enero de 2016

La Sra. Dalloway de Virginia Woolf


    La novela de la tan aclamada Virginia Woolf fue el objeto de la Tertulia Literaria que las Mujeres Universitarias de Marbella siguieron para reunirse en el Marbella Club y dialogar durante dos horas de manera apasionada en no pocas ocasiones.

    El contradictorio fondo de la novela anidó en las tertulianas que no coincidieron como en otros momentos sobre la satisfacción de haber acometido la lectura encomendada. A algunas socias les pareció maravillosa,  a otras un sin-objeto y entre ambas opiniones una gran variedad de: me ha resultado difícil de leer, la traducción al español no es buena, me parece bueno pero no me ha emocionado y un largo etcéteras de variantes.

    Hubo una socia que confesó que le era muy difícil opinar por ser la laureada Virginia Wollf la autora, personaje que se ha convertido en símbolo de innovación y excelencia en la escritura y de compromiso con la mujer en lo social. Y debe ser un hecho que contamina la opinión puesto que otra socia argumentó que si es una escritora tan admirada se debía haber buscado el porqué en la obra que tratábamos.

    Lo que más gustó y también hizo difícil la lectura fue la narración, la ruptura de reglas en forma de flujo de pensamiento, llena de flashbacks, un diálogo interior que se entrelaza con lo material, en el que la omnisciencia de narrador se convierte en suprema al acaparar y sin continuidad tanto lo visible, como lo pensable  como lo percibible; en una suerte de conocimiento de los personajes de una manera tan profunda que se comprenden sus contradicciones internas, sus miedos, frustraciones y deseos, tanto los hecho realidad como los sacrificados en pos de valores personales más altos, en una obra de arte psicológica y sin algaradas.

    Varias socias han observado que Tánatos rondaba la novela desde el principio y que Séptimus materializó como una de las opciones de su desequilibrada vida. El suicidio, la muerte del compañero y reflexiones sobre qué pasará en el mundo cuando ella ya no esté palpitan en la obra.  Séptimus le ha servido a la autora para traer a esta historia de un día, los horrores de la guerra, la muerte de jóvenes que truncan sus vidas, los síndromes post-traumáticos de guerra, la homosexualidad y la situación de la atención a la enfermedad mental a principio de Siglo.

    En otra novela que leímos sobre Leonora Carrington, la artista surrealista, de la autora Elena Poniatowska, pudimos también tener un mapa del desconocimiento y el tratamiento de las enfermedades mentales. Y es que hasta hace poco los enfermos eran recluidos, muchas veces en clínicas privada que suponían un gasto crónico ya que muy pocos mejoraban con las drogas anulantes y los electroshocks.

    La obra es el reflejo de una sociedad donde la clase alta se ocupa de manera paseante, sin estrés, de los macroasuntos de estado, en el parlamento, en las comidas y fiestas de compromiso. Esto contrasta claramente con una clase trabajadora que manda sus hijos a la guerra y sufre el desprecio por su clase o por su origen de extranjero, “outsiders”. Esta fotografía de la sociedad e incluso de los paisajes urbanos de la época fueron muy apreciados por las asistentes que además centraron sus elogios en el vocabulario exquisito y preciso, las descripciones, así como en la musicalidad y lirismo de la obra. Varias socias cayeron rendidas ante el espectáculo lingüístico y pictórico, desplegado por Virginia Woolf durante la compra de flores para su fiesta.

    El personaje de Clarissa resultó bastante polémico porque alguna socia lo encontró superficial, que vivía en el pasado, deprimente y cobarde, mientras que otras socias la percibieron como un ser común lleno de contradicciones pero con un rico mundo interior. Una mujer que ha elegido un camino, que probablemente no se arrepiente de él porque en su colección de valores están los tradicionales británicos, pero que echa de menos las emociones que hubiera disfrutado si hubiera hecho otras elecciones, como haberse casado con el aventurero Peter Walsh, o si hubiera seguido sus pulsiones homosexuales con la chispeante Sally. Hubo quien pensó que Sally se aterrorizó ante la petición de Peter de matrimonio porque él deseaba que fuese algo más que la función de mujer de un hombre importante, pretendía su amor, la quería de compañera para andar la vida y eso no era propio de los contratos matrimoniales de la época.

    Como es común de Virginia Woolf, el tema de la situación de la mujer está presente en toda la historia. Aparece la esposa sufridora que se echa su familia a la espalda, como la mujer de Séptimus, las que tienen oficios femeninos, costureras, floristas, las que deben alquilar parte de su casa para subsistir o  la perfecta ama de casa, “la hostess” que señaló otra socia, mujer de un señor influyente y que está a la sombra, perdiendo hasta su nombre como le ocurre a Ms. Dalloway, por otra parte están las mujeres peligrosas, esas que no se atienen a comportamientos tradicionales, como la profesora de historia y finalmente las mujeres con poder como la Sra. Bruton que utiliza la puerta trasera de las influencias, como manera de conseguir sus intromisiones en cuestiones de estado, al estarle vedado el derecho por su condición de mujer.

    La sexualidad de los personajes atrajo el diálogo de las socias, sobre todo en dos focos, la relación de Sally y Clarissa, en la que ambas sintieron pulsiones sexuales “propias de hombres” pero en la que no profundizaron porque el disfrute de ese tipo de placer no era considerado importante en la mujer y mucho menos excusa como para formar un matrimonio o pareja; por otro lado se comprende el inmenso trastorno que sufre Séptimus que vio morir a su compañero en la guerra y con el que tenía una relación bastante particular en cuanto a que se “revolcaban como cachorros” y en cuanto al tremendo hueco que Evans dejó en su vida.

    Una interesante reflexión que nos ocupó unos cuantos minutos tuvo  como protagonista a la propia autora que pertenecía a esa clase alta y que pudiera haber sido una Clarissa.  Sin embargo, la muerte de su padre, la independencia de pensamiento y económica que esto le produjo, el respaldo del grupo de Bloomsbury y su propia valentía la llevaron a vivir de otra manera más creativa, alejada de las normas sociales, de la zona femenina de confort y de los mandatos programados tradicionalmente para la mujer. Este hecho nos pareció muy reseñable debido a la debilidad por su enfermedad mental.

    Varias socias se hicieron eco del simbolismo que suponía el paso de las horas, el uso del tiempo, la historia en un día, dos vidas, dos historias, el presente, el pasado, todo en una linealidad de horas que se suceden en el libro sin ruptura.

    En fin, fue una muy interesante tertulia que nos descubre que los mejores libros para dialogar son los que nos provocan diferencias de opiniones. El mes que viene nos reuniremos el día 22 para tertuliear sobre “La Ciudad de los Prodigios” de Eduardo Mendoza, ¡¡¡menudo cambio de tercio!!!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario